La decisión, una de las primeras que adopta el nuevo Ejecutivo checo tras asumir funciones el pasado viernes, se adopta en un momento en que el país centroeuropeo registra una clara tendencia a la baja de contagios, entre los que domina la variante delta.

La incidencia de infecciones acumuladas en siete días por cada 100.000 habitantes ha bajado hasta 671 desde la de 1.207 casos registrada el pasado 27 noviembre, momento en que era la segunda más alta del mundo, según el observador británico Our World in Data.

Ante la incertidumbre sobre el posible impacto de la variante ómicron del SARS-CoV-2, que es más contagiosa que las cepas anteriores pero aún no es dominante en el territorio checo, las autoridades no descartan que puedan adoptar nuevas restricciones.

«Si la situación empeora, el Gobierno está preparado para reabrir el debate sobre el estado de emergencia», dijo el primer ministro checo, el conservador Peter Fiala.

La coalición de conservadores, liberales y piratas que lidera Fiala ha decidido eliminar el consejo gubernamental para la crisis sanitaria, cuyas funciones volverá a asumir el gabinete de crisis.

Con el fin del estado de emergencia tras 30 días de vigencia se liberalizarán los horarios de apertura de bares y restaurantes, que ahora están obligados a permanecer cerrados de 22.00 a 05.00 horas, y volverán a estar permitidos los mercadillos navideños.

Eso sí, al entrar en establecimientos de restauración, es obligatorio presentar un certificado de vacunación o de sanación.