En el caso de Libia, el ancla ruso está asentado con firmeza en el este, donde colabora desde 2015 con el controvertido mariscal Jalifa Hafter, tutor del Parlamento en la ciudad oriental de Tobrouk y hombre fuerte del país gracias a su control de la mayoría de los recursos petroleros.
Hafter, un antiguo miembro de la cúpula militar que aupó al poder a Muamar al Gadafi, reclutado por la CIA en la década de los ochenta y convertido en el principal opositor en el exilio, ha dejado entrever que se presentará a las elecciones presidenciales previstas para diciembre de este año, a lo que se opone el bloque que controla Trípoli y la ciudad-estado de Misrata.
El mariscal cuenta desde 2017 con el apoyo de varias compañías privadas de Seguridad militar (PSMC), en particular del conocido «Wagner Group», bregado en los conflictos de Ucrania y Siria, extendido por otros países africanos, y propiedad del oligarca Yevgeni Prighozin, uno de los amigos de juventud del presidente, Vladimir Putin.
La salida de los mercenarios rusos, así como de otros soldados de fortuna sudaneses, sirios, árabes, chadianos, europeos e incluso norteamericanos es uno de los puntos de fricción que amenazan tanto el acuerdo de alto el fuego negociado hace un año por Ankara y Moscú como el proceso de transición política lanzado por la ONU, que debe desembocar en los comicios de fin de año.
ACUERDOS PETROLEROS
En este contexto, altos funcionarios del Kremlin mantuvieron esta semana un inusual encuentro con el ministro libio de Petróleo y Gas, Mohamed Aoun, un sector en el que Moscú está cada vez más interesado y en el que ya tiene importantes intereses comerciales, asociados a la renovación y protección de la industria local.
Según la prensa local, durante la reunión, organizada para resucitar el comité conjunto libio-ruso, los asistentes acordaron trazar un plan para aumentar el volumen de comercio bilateral, las inversiones y la cooperación científica y técnica.
Además de fortalecer proyectos ya en marcha como el iniciado por la rusa Tatneft, que a principios de octubre reanudó las operaciones de perforación para el pozo de evaluación en Ghadames, en el noroeste de Libia, en colaboración con la Compañía Nacional de Petróleo libio (NOC).
Tafnett suspendió sus operaciones en febrero de 2011, fecha del inicio de la revolución que a finales de ese mismo año acabaría con la dictadura de Al Gadafi gracias al empuje de las distintas milicias y el apoyo militar de la OTAN.
«El interés de Rusia ha evolucionado en los dos últimos años. Antes veía Libia como una simple plataforma para instalarse en el patio de atrás de la OTAN y un trampolín en su pulso con China por las materias primas», explica a Efe un diplomático libio.
«Pero ahora entienden que además es un país con muchos recursos económicos que sus empresas también pueden aprovechar, no tanto para enriquecerlas si no para evitar que las empresas europeas o norteamericanas puedan entrar», añade a Efe un colega europeo, que por seguridad también prefiere no ser identificado.
Hafter, y Rusia, son dos de los actores libios que más se resisten a la retirada de los mercenarios extranjeros, que exige igualmente la ONU.
ARGELIA, UNA PUERTA AL SAHEL
En la misma línea, Rusia ha intensificado en las últimas semanas sus contactos con Argelia, el país que comparte la frontera más extensa e inestable del Sahel, lugar de interés geoestratégico esencial para la UE.
Días atrás, se informó de un supuesto acuerdo secreto para la entrada de unidades de «Wagner Group» con el presunto objetivo de posicionarse en los márgenes con Mali y Níger, pacto que ambos gobiernos ni han confirmado ni desmentido con firmeza.
Y esta semana, altos funcionarios de ambos países conversaron por teléfono sobre el conflicto en el Sahara Occidental en el marco de una visita oficial de Frente Polisario a Moscú con el objeto de coordinar políticas en la región tras el desbloquearse el nombramiento del nuevo enviado especial de la ONU, obstaculizado por marruecos durante los últimos dos años.
«Rusia siempre ha estado del lado de Argelia, así como Marruecos siempre ha contado con Estados Unidos y Europa. Ahora los argelinos han roto las relaciones con su vecino y Rusia entiende que hay una mejor oportunidad para colocar sus peones en un área muy delicada para Europa. Es una relación de ganancia mutua», concluye una fuente militar europea en la región.