La respuesta estaba (otra vez) en la ciencia

Y aunque nada puede impedir la furia con que se manifiesta una erupción de estas características ni los devastadores efectos de la lava en su camino hacia mar, las evidencias científicas han orientado cada paso (evacuaciones, realojos o confinamientos) que las autoridades han dado para evitar que la emergencia provocara daños personales.

Desde que un enjambre sísmico comenzara a sacudir la isla de La Palma (en el archipiélago atlántico de las Canarias) en los primeros días de septiembre, los científicos alertaron de la intrusión magnética que se estaba produciendo en el interior de la corteza de la isla y se encendió el semáforo volcánico que alerta a la población sobre los diferentes niveles de riesgo; pronto pasó del verde al amarillo y del amarillo al rojo.

La ciencia anticipó la emergencia y a los populares términos como colada, magma, lava, fisura, cono o chimenea, los científicos han logrado sumar hasta convertir en corrientes los de estromboliano, piroclastos, lapilli y fajana, y hasta se han apresurado a proponer un nombre para el nuevo volcán: Tajogaite.

La ministra española de Ciencia e Innovación, Diana Morant, ha asegurado a EFE que «la ciencia salva vidas y protege a las personas» y ha subrayado que los científicos lo han vuelto a demostrar en La Palma, primero prediciendo el inicio de la erupción y después facilitando los datos claves para tomar las decisiones adecuadas.

INVOLCÁN, UN NICHO DE CIENCIA

Canarias es la única región española volcánicamente activa y por lo tanto la ciencia tiene puesto allí el foco desde hace muchos años a través del Instituto Volcanológico de Canarias (INVOLCAN), el nicho de ciencia y de conocimiento sobre el que se sustentan todas las decisiones que inspiran el Plan Especial de Protección Civil y Atención de Emergencias por Riesgo Volcánico (PEVOLCA).

Decisiones volcadas desde que el volcán comenzó a rugir en tratar de minimizar los daños personales, pero la ciencia y el conocimiento que emanan de ese instituto alumbran también algunas de las ventajas que puede tener un territorio volcánico, y entre ellas la posibilidad de disponer de recursos geotérmicos o el atractivo turístico de este tipo de lugares; oportunidades aparcadas mientras dura la emergencia humanitaria.

La erupción ha movilizado a los principales centros de investigación españoles, que han reforzado su presencia en La Palma con más investigadores y con más equipos y dispositivos para completar la vigilancia del volcán, de las coladas de lava que discurren hacia el mar, de la calidad del aire, o de los efectos que tiene sobre el medio ambiente de la isla y sobre la biodiversidad del océano Atlántico.

Personal del Instituto Geográfico Nacional (IGN) trabaja en la zona desde que comenzó la intensa actividad sísmica y antes de que se produjeran las primeras fisuras en la corteza terrestre, y el personal técnico y científico localiza cada uno de los miles de terremotos que se están registrando desde hace más de un mes y datan todas las deformaciones que se están acumulando.

IMPACTOS EN LA BIODIVERSIDAD

Y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la principal institución española dedicada a la ciencia, ha desplegado durante las últimas semanas equipos humanos y tecnológicos para reforzar las labores de análisis químicos, la medición de gases, la vigilancia aérea, y para calcular el impacto sobre la biodiversidad insular y oceánica.

Investigadores del Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC) toman muestras de las cenizas o de la lava para tratar de determinar las características del magma; atienden los desprendimientos o la estabilidad de las laderas; sobrevuelan con drones la zona para tener información sobre la evolución de la situación en tiempo real; o vigilan las coladas para calcular su velocidad, su potencia, el ancho de cada lengua y tratar de conocer por dónde van a discurrir y a qué zonas va a afectar.

Los del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología (IPNA-CSIC) recogen muestras eruptivas (lava y cenizas volcánicas) para realizar análisis químicos; calculan el flujo del dióxido de azufre y de otros gases; toman medidas de alta resolución para determinar la deformación superficial del terreno; o miden el impacto del volcán sobre la biodiversidad insular, especialmente para evaluar las especies con problemas de conservación.

El Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC) desplazó a la zona, con algunos de los mayores especialistas en geología marina del país, el buque de investigación «Ramón Margalef», con tiempo de analizar la zona submarina antes de que la lava llegara al océano para comprobar así con exactitud todos los cambios que se han registrado después.

El «Ramón Margalef» ha sido ya relevado por el buque «Ángeles Alvariño», también del IEO, para continuar monitorizando el impacto de la lava procedente de la zona de Cumbre Vieja en el medio marino; para cartografiar el avance de la nueva fajana o para calcular el volumen de materiales que llegan tanto al limite de la plataforma como al océano profundo a través de los cañones submarinos.

INSTRUMENTAL EN TIERRA Y DATOS DE SATÉLITES

En la zona trabajan también desde el inicio investigadores y técnicos del Instituto de Geociencias (un centro mixto del CSIC y de la Universidad Complutense de Madrid), que instalaron equipos de medida de la inclinación y la deformación del terreno, y que han recopilado y sumado también cuantiosos datos sobre la evolución de la erupción.

La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) desplegó en la zona instrumental atmosférico para monitorizar en tiempo real la estructura vertical del penacho de humo del volcán; para predecir su evolución y sus desplazamientos y para conocer el impacto de las emisiones en la calidad del aire que respira la población de la isla.

El amplio despliegue científico en La Palma se completa con personal de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y de la Universidad de La Laguna, que desplazó a la zona a personal de la Cátedra de Petrología y Geoquímica para estudiar la evolución y composición química de las coladas y posibles nuevas fisuras, así como la cantidad exacta de vapor de agua en cada momento, una de las claves para entender el proceso eruptivo.

A los datos que los científicos recopilan sobre el terreno y gracias al instrumental que se ha instalado en la zona se suma la información que están aportando numerosos satélites, entre ellos el español «Paz», que forma parte del Programa Nacional de Observación de la Tierra por Satélite y que está captando todos los cambios que se registran en La Palma, o los satélites «Sentinel-1», «Sentinel-2» y «Sentinel-5P» del programa espacial europeo «Copernicus», que actualiza casi a diario el terreno ocupado por la lava o el número de edificaciones destruidas.

«Por tierra, mar y aire; minuto a minuto»; así trabajan los centros de investigación que se han desplegado en La Palma para prever todas las situaciones de emergencia y preservar la vida, ha señalado a EFE la ministra de Ciencia, Diana Morant, y ha garantizado que así será hasta que exista «el mínimo peligro para la población».

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