«El Nobel de la Paz ha puesto el foco en cómo los peligros para ejercer nuestra profesión, no solo en Filipinas, en todo el mundo, han aumentado (…). El premio nos da aliento a los periodistas, ahora podemos respirar y seguir adelante con coraje para contar nuestras historias», aseguró hoy Ressa en declaraciones a un grupo de agencias internacionales.
Ressa, de 58 años, comparte con el periodista ruso Dmitry Muratov el Premio Nobel de la Paz anunciado este viernes por el Comité Nobel noruego, que destacó los esfuerzos de ambos «para salvaguardar la libertad de expresión, que es una condición previa para la democracia y la paz duradera».
La periodista, eufórica y desbordada -reconoció que casi no había tenido tiempo de hablar con su familia-, declaró que espera que el Nobel ayude además a que el publico reconozca que «las redes sociales han destrozado la verdad».
«Los algoritmos nos están dividiendo», añadió Ressa, que ha destacado por su incansable lucha contra las noticias falsas y la desinformación en las redes sociales como Facebook, donde considera que se publican bulos y mensajes de odio sin el filtro que aportaban los periodistas.
La veterana reportera, fundadora del portal digital Rappler -uno de los medios de referencia en su país-, se ganó la animadversión del presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, por su investigación de la sangrienta guerra contra el narcotráfico, lo que la puso en la diana de una campaña de desprestigio en las redes sociales y de acoso judicial.
El Gobierno de Duterte no ha hecho, de momento ningún comentario, sobre el premio Nobel de Paz a Ressa, el primero en ser otorgado de manera individual a un ciudadano filipino.
«Esto es lo que pasa cuando cruzas la línea y presionas a alguien para silenciarlo», comentó la periodista al ser preguntada por la reacción del polémico presidente.
Ressa, que se enfrenta a siete procesos por presunta evasión de impuestos y vulneración de las leyes de propiedad de los medios, fue condenada en junio 2020 por ciberdifamación por un tribunal filipino.
Por este caso, podría cumplir una pena de hasta seis años de cárcel, aunque se encuentra en proceso de apelación y de momento no sabe si la Justicia de su país le dará permiso para viajar a Oslo a recoger el premio Nobel el 10 de diciembre.
«A veces bromeo y digo que realmente podría agradecer al presidente Duterte muchas cosas, me obligó a definir mis líneas, a ceñirme a la idea de mis valores; obligó a Rappler a ser más idealista, mejor, más rápido, más impulsado por su objetivo, y espero que salgamos más fuertes», explicó sonriente.
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