“Charlotte”: una comedia que se pierde en el paisaje

Jugando con la fantasía y lo absurdo, “Charlotte” presenta una historia con mucho potencial. Una diva, cuyo retiro del cine es más obligado que voluntario, decide aventurarse para llegar a Paraguay y reclamar un papel protagónico en lo que será la última película de Gaspar Thibert, el director que la llevó a la fama.

Al principio, en esta película dirigida por el argentino Simón Franco, la vemos a Charlotte (Ángela Molina) en una consulta con el siquiatra (Fernán Mirás), con quien habla de los fantasmas que la atormentan. También nos adentra en su gran mansión, ya venida a menos, y en la burbuja en la que vive con las historias seleccionadas por Lee (Ignacio Huang), mucho más que su mano derecha.

La noticia de que Thibert rodará en el Hotel del Lago de San Bernardino, la lleva a Charlotte a conseguir una casa rodante y emprender el viaje hacia Paraguay. Gran parte de la trama se desarrolla como una “road movie”, donde vemos las diferentes situaciones que se van dando a lo largo del viaje. Pero ya otra parte, transcurre entre Asunción y San Bernardino, donde aparece una nueva oportunidad laboral para la actriz.

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Si bien Franco intenta aprovechar las diferencias de idiomas y el carisma de ciertos personajes para generar situaciones de comedia, estas terminan provocando solamente tímidas sonrisas y no las esperadas carcajadas. También la historia cuenta con muchos cabos sueltos, en cuanto a las líneas dramáticas de los diferentes personajes que podrían haber sido mucho mejor aprovechadas, además de la interesante reflexión sobre aceptar la vejez y el paso del tiempo.

Lo que hace muy disfrutable a la película es la sólida interpretación de la actriz española Ángela Molina, que en una escena despliega toda su capacidad al repasar los textos de “Miniatura”. Belén Fretes e Ignacio Huang entregan muy buenas interpretaciones, en personajes que pudieron ser aún mejor explotados para generar una mayor empatía con el público.

Lali González y Nico García también están consistentes en sus roles, pese a que la historia de García y su pareja queda suelta en el aire y descolocada del contexto de la trama.

“Charlotte” se desenvuelve con un buen ritmo, que logra mantener la atención del público, además de deleitar los ojos del espectador con su notable aprovechamiento de las locaciones. Hay que destacar la manera en que Simón Franco pone en pantalla escenarios como la represa de Yacyretá, las rutas, los atardeceres en el lago Ypacaraí y el súper viaducto para contextualizar esta historia.

La fotografía es colorida, alegre, buscando reforzar el tono alegre de la película. También es notable el cuidado trabajo en lo que respecta al arte y vestuario, y la acertada elección de la canción de Miranda! para aportar al tono de esta nueva aventura del cine paraguayo.

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