Para hacer el estudio -publicado hoy por la revista Science Advances-, los investigadores del Instituto Max Planck Institute de Antropología Evolutiva (Alemania) y de la Universidad de Aberdeen (Escocia), utilizaron muestras del yacimiento de Bacho Kiro, un conjunto de galerías y pasillos subterráneos situado a pocos kilómetros de Drianovo, en Bulgaria, que está abierto al turismo de la década de 1940.
Desde 2015, el yacimiento está siendo nuevamente excavado por un equipo internacional dirigido por investigadores del Max Planck y de la Academia de Ciencias de Bulgaria.
Las últimas campañas han aportado un rico registro arqueológico de la actividad humana en la cueva, incluidos los restos de ocupaciones que representan la aparición más temprana conocida del Homo sapiens del Paleolítico Superior en Europa.
En los depósitos de la parte inferior del yacimiento se ha encontrado un gran número de huesos de animales, herramientas de piedra, colgantes e incluso fósiles humanos que han sido la base de este estudio climático que ha investigado las condiciones ambientales que los humanos experimentaron cuando se extendieron por primera vez en el sureste de Europa desde el Levante.
Para hacer el estudio, el equipo investigó 179 muestras (entre ellas varios dientes de animales) de diversas épocas y obtuvo un registro de las temperaturas de «las estimaciones de la temperatura de verano, invierno y media anual para ocupaciones humanas que abarcan más de 7.000 años», explica la investigadora del Max Planck, Sarah Pederzani.
Las pruebas demuestran que, durante miles de años, los humanos aguantaron condiciones climáticas muy frías, similares a las actuales del norte de Escandinavia.
«Hemos comprobado que estos grupos humanos eran más flexibles en cuanto a los entornos que utilizaban y más adaptables a diferentes condiciones climáticas de lo que se pensaba», detalla Pederzani, autora principal del estudio.
«Con estos nuevos conocimientos, ahora habrá que construir nuevos modelos de la expansión de nuestra especie por Eurasia, teniendo en cuenta su mayor grado de flexibilidad climática», explica Jean-Jacques Hublin, especialista en evolución humana del Instituto Max Planck.
Para generar los datos climáticos plasmados en el estudio, el equipo analizó todo tipo de restos arqueológicos -como restos de herbívoros descuartizados por humanos-, y a partir de ahí, los expertos en paleoclima establecieron un registro muy sólido de las condiciones climáticas locales de la época en la que los humanos habitaban la cueva de Bacho Kiro.
Esta técnica permite asignar con mayor seguridad el contexto climático local y permite hacerse una idea de cómo era la vida sobre el terreno, apuntan los investigadores.