La Izquierda, de sufrir por la superviviencia a posibilitador de Scholz

«Somos los únicos consecuentemente pacifistas del Parlamento, el partido de la justicia social. Scholz promete subir el salario mínimo interprofesional. Pero solo podrá hacerlo con nosotros», clama Janine Wissler, la líder de La Izquierda -Die Linke-, desde Halle (este).

Su partido representa «la lucha contra los viejos nazis y los neonazis», prosigue Wissler, ante unas 500 personas y en medio de un ruido atronador. Un grupo de unos diez autoproclamados «patriotas», al otro lado de la calle, ha desplegado una pancarta con la palabra «Stasi», mientras hacen sonar por megafonía el himno de la extinta República Democrática Alemana (RDA).

«Parece que ahí atrás tenemos un nazi. No importa, llevo años viendo a muchos», ironiza, sobre el escenario, Gregor Gysi, el fundador de La Izquierda, consciente de que la pancarta alude a él. El mitin de La Izquierda se desarrolla bajo vigilancia policial, que observa a distancia a los de la pancarta.

Gysi, de nuevo en campaña tras varios amagos de retirada y también varios infartos, conoce mejor que nadie los intentos por arrinconar políticamente a su partido.

En los primeros tiempos tras la reunificación, el resto del espectro parlamentario les etiquetó de «herederos» del régimen germanooriental. A Gysi se le acusó, además, de haber sido confidente de la policía política de la RDA, la Stasi, siendo abogado de destacados disidentes.

Acude al mitin de Halle con Dietmar Bartsch, el jefe del grupo parlamentario izquierdista en el Bundestag. Wissler, de 40 años y procedente del oeste del país, representa la renovación.

La líder de La Izquierda y candidata defiende la tesis más controvertida en esta campaña, el rechazo a la OTAN y a las intervención del ejército en misiones internacionales.

Es éste el principal obstáculo para un tripartido contando con La Izquierda, por atentar contra las líneas maestras de la política exterior alemana.

«Llevo muchas elecciones escuchando que está en juego el giro a la izquierda. Esta vez lo tenemos al alcance de la mano», dice Gysi, de 73 años y durante casi tres décadas diputado del Bundestag.

Los sondeos pronostican para La Izquierda un 6 %, apenas un punto por encima del mínimo para obtener escaños. Ocupa la última posición entre los partidos que se estima que entrarán en el Bundestag. Pero puede tender la llave del poder para Scholz.

El candidato socialdemócrata y vicecanciller de Angela Merkel busca reeditar con la ecologista Annalena Baerbock la constelación roji-verde con la que gobernó Gerhard Schröder (1998-2005). Pero todo apunta a que no les bastará: al SPD se le pronostica un 26 % y a los Verdes un 16 %.

El pasado domingo, en el último debate televisado entre los candidatos, Scholz y Baerbock aparecieron conjuntados casi como futuros socios. Fue un debate de dos contra uno, en el que el conservador Armin Laschet, teórico «sucesor natural» de Merkel», aparecía totalmente desplazado.

UNA ALIANZA MALDITA

«Solo con La Izquierda habrá un cambio. La otra opción sería un tripartito con los liberales, enemigos de la justicia social», aseguró Wisslen a Efe, en un aparte del mitin.

El mero hecho de no descartar a los izquierdistas como futuro socio no es fácil para Scholz. El partido aglutina el postcomunismo de Gysi y la disidencia socialdemócrata que se llevó consigo Oskar Lafontaine en 1999, al abandonar la presidencia del SPD y el gobierno de Schröder.

Pero también es cierto que la constelación rojo-rojo-verde, como se la llama, está consolidada a escala regional, aunque solo en el este. Son los colores con los que gobierna el alcalde-gobernador de Berlín, el socialdemócrata Michael Müller.

El salto a la división federal es compleja, aunque no imposible. Las posiciones anti-OTAN o contra las intervenciones del ejército alemán en misiones internacionales son parecidas a las que los ecologistas defendieron en el pasado, lo que no impidió a Schröder convertir en ministro de Exteriores a Joschka Fischer.

«Una coalición con La Izquierda deberá ser sometida a una resolución del partido», comentó a Efe Karamba Diaby, el líder del SPD en Sajonia-Anhalt, el «Land» donde está Halle, mientras paseaba por la ciudad con su equipo de campaña.

«Scholz ha dicho ya que no habrá alianzas que contraríen las líneas de la política exterior alemana. Pero también que solo descartamos a la ultraderecha», prosigue este diputado, de origen senegalés, cuya oficina en Halle ha sido objeto de varios atentados racistas.

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