El «dictador perpetuo» de Paraguay revive a los 181 años de su muerte

La «Semana del Supremo», que arrancó este lunes en el centro cultural Manzana de la Rivera, busca acercarse mediante ponencias y actos culturales al «dictador perpetuo» de Paraguay, con sus luces y sus sombras.

El periodista y escritor Roberto Paredes, impulsor de las jornadas, se inclina por las primeras, en el contexto de su defensa de la soberanía de Paraguay y de sus logros sociales.

Empezando por situar en el marco debido su designación como «dictador perpetuo», precedida de la de «dictador supremo» en 1814.

Ello tres años después de que tomara parte en la sublevación incruenta que terminó con el periodo español y allanó el camino a la independencia.

Paredes explicó que ambas designaciones le recayeron en los Congresos convocados para definir la forma de Gobierno, y que además eran un título común en próceres regionales como Juan Manuel de Rosas, entre 1835 y 1852 el principal caudillo de la Confederación Argentina.

«Lo de dictador era un título utilizado por muchos gobernadores de la región, Rosas era supremo director, es la misma cosa, la institución es la misma, de origen romano, que se aplicó en toda la región, aunque se utilizó posteriormente en sentido peyorativo», dijo a Efe.

Asimismo, desmarcó a Rodríguez de Francia de la tendencia de los caudillos hispanoamericanos, Bolívar entre ellos, de enfundarse casacas militares.

Precisamente reseñó como una de las principales aportaciones el impedir la injerencia de los militares, instalando un «civilismo» que predominó sobre el elemento castrense y evitó guerras y violencia entre las facciones de ese primer Paraguay.

Paredes también puntualizó la tesis de que Francia decidió cerrar las fronteras para mantener al país aislado, como se generalizó entre los historiadores.

«No hubo aislamiento premeditado por Francia, sino un bloqueo», dijo en relación al bloqueo de los ríos Paraguay y Paraná impuesto por las autoridades de Buenos Aires, que declararon al país «provincia rebelde».

«Francia era partidario del libre comercio, de la libre navegación de los ríos, era Argentina la que no estaba en ese juego», añadió.

A juicio de Paredes la imposibilidad de importar fortaleció la producción manufacturera local, forjando una autosuficiencia que benefició a la población, entonces de unas 200.000 personas.

«No existía la desocupación y la pobreza. No había lujos pero no había hambre», y agregó que Rodríguez de Francia introdujo la educación obligatoria y redujo ostensiblemente el analfabetismo.

Parte de un desarrollo que cimentó recortando el poder de los terratenientes españoles e introduciendo «un modelo atípico con el Estado como propietario».

Según los historiadores, ese sector, junto a las autoridades de Buenos Aires, estuvo detrás de la conspiración para derrocar a Rodríguez de Francia, en 1820.

Responde con ejecuciones de disidentes, y en el exterior, también en Europa, se divulga la imagen de un despiadado dictador.

Se sabe que era un ilustrado, había estudiado teología en la argentina Universidad de Córdoba, desempeñado de abogado y Voltaire y Rousseau presidían su biblioteca.

Soltero, de hábitos espartanos, su oscura personalidad debió de jugar en su contra.

«Era una persona extremadamente frugal en todo, ahorraba sus propios salarios, una administrador que se centró en dar la mayor satisfacción a la población. Había una separación estricta entre su vida privada y pública. Sobre su persona todo son especulaciones», dijo Paredes.

A su parecer, el conjunto de la obra de Rodríguez de Francia fue la construcción de un Estado nación que, desde «un idioma unificador (el guaraní) y una cultura bastante enraizada», no se plegó a los poderes «extraparaguayos».

La «Semana del Supremo» comienza tras la presentación días atrás en el Parlasur de un proyecto para que se declare a Rodríguez de Francia «líder de la Independencia del Paraguay y de América Latina», una iniciativa del parlasuriano Ricardo Canese, de la formación de izquierda paraguaya Frente Guasu.

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