Todavía no ha dado el salto desde el confortable sillón de columnista y hombre de televisión, que le ha permitido ganar una enorme popularidad, hasta el más incómodo de candidato, pero su figura, sus ideas extremas y su verbo afilado le han convertido en la estrella del momento.
A sus 63 años, alimenta la expectativa, se da baños de masas para presentar su último libro -como los anteriores un éxito seguro de ventas- mientras entre bambalinas empieza a recaudar fondos y a contactar a alcaldes para lograr las 500 firmas de regidores necesarias para que su cartel figure entre los postulantes al Elíseo en abril próximo.
Sus declaraciones ambiguas y esos movimientos soterrados le han valido ya que el diario Le Figaro y la televisión CNews, que le servían de tribuna, hayan prescindido de sus servicios, aunque su rostro sigue apareciendo de forma incesante en los medios, porque entrevistarle hace subir la audiencia.
Así se ha ido fraguando el fenómeno Zemmour, que sin haber presentado su candidatura tiene ya un 10 % de intenciones de voto, según algunos sondeos que comienzan a incluir su nombre una carrera presidencial dominada por ahora por el saliente Emmanuel Macron y la ultraderechista Marine Le Pen.
Su irrupción amenaza con poner patas arriba esas previsiones, porque Zemmour sube entre electores de la derecha tradicional y la ultraderecha, pese a que su discurso es más radical que el de Le Pen, según señala a Efe la profesora de Sciences Po, Nonna Mayer, especialista en la extrema derecha.
Llegue o no a concretar su candidatura, el polemista ha conseguido ya «derechizar todavía más la campaña», según la politóloga.
Desde hace años, de su boca salen sapos y culebras contra la inmigración, el feminismo y el peligro de que el ascenso del islam acabe con la tradición francesa, palabras que le han valido una colección de condenas por incitación al odio.
Una trayectoria que recuerda a la de Jean-Marie Le Pen, padre de Marine y fundador del movimiento que su hija lleva años tratando de dulcificar como receta de ascenso electoral.
Ahora, la segunda de las pasadas presidenciales, a quien hasta ahora todos los sondeos auguran un mano a mano con Macron, puede verse obligada a prestar atención a su flanco más tradicionalista y ultra ante la amenaza de Zemmour.
INMIGRACIÓN EN EL PUNTO DE MIRA
Por ahora el tertuliano se limita a hablar de inmigración, del declive francés desde mayo del 68 y del peligro de que los musulmanes acaben por ser mayoritarios en el país y, como le gusta decir, «colonicen al antiguo colonizador».
Un discurso que Mayer considera más cercano al de Marion Marechal Le Pen, sobrina de la líder ultraderechista, que defiende postulados más radicales que los de su tía en temas de sociedad, como el no al matrimonio homosexual o el aborto.
Zemmour ha participado en convenciones de Marion y en sus tribunas defiende propuestas radicales, que Marine ha dejado de lado desde hace años, sustituidas por otras más moderadas, que le han llevado a decir que «el islam es compatible con la República».
El polemista, por el momento, se conforma con desgranar algunas propuestas controvertidas, como la de prohibir los nombres no franceses, expulsar a 2 millones de extranjeros y restablecer la pena de muerte, para que su nombre haga correr ríos de tinta, y le sitúen en el centro de la campaña.
«Sigue el modelo de Donald Trump y se aprovecha de la crisis política que vive el país», asegura en la cadena BFMTV el exprimer ministro Manuel Valls, que ve en Zemmour «un aval» a ciertos discursos racistas o machistas.
¿EL TRUMP FRANCÉS?
Las semejanzas con el ex inquilino de la Casa Blanca son muchas: ambos surgen de la escena mediática, se han nutrido de ella y buscan la polémica para hacerse un hueco. La portada del libro de Zemmour, «Francia no ha dicho su última palabra», copia de forma clara el que escribió Trump son el título «Grande de nuevo».
El posible candidato, de origen judío y ascendencia argelina, parece encontrar eco en el descontento social, esa Francia que, según el también editorialista Alain Duhamel, «detesta el cambio pero adora la novedad».
Zemmour ha encontrado un terreno abonado para que las ideas radicales que desde hace años pregonaba en la televisión entren en la arena política y de momento tiene el viento de cola, a la espera de que, si da el paso a la candidatura, comience también a recibir el fuego enemigo.