“La única consecuencia que tuvo esta historia fue que yo, que había sido muy católico, empecé a darme cuenta de que yo ya no creía”, confiesa en la entrevista con el periodista Juan Cruz que este sábado publica la edición impresa del periódico con sede en Madrid.
El escritor peruano, que también tiene nacionalidad española, recogió en su libro de memorias “El pez en el agua”, cuya primera edición de la editorial Planeta se publicó en 1993, que de niño un religioso, el hermano Leoncio, le llevó a su cuarto en un colegio en que estudiaba en Lima y sintió que le tocaba la bragueta, ante lo que salió corriendo.
Ahora lo recuerda de nuevo desde París, donde se encuentra por compromisos editoriales.
“Quedé muy fastidiado con ese intento de masturbarme del curita”, asegura a El País, y que “la única consecuencia que tuvo” fue que él, “que había sido muy católico”, empezó a darse cuenta de que “ya no creía”.
El nobel de Literatura de 2010, que tiene 85 años, recuerda aquello como “un pequeño incidente”, al precisar que este tipo de abusos “en algunas personas tuvo unas consecuencias traumáticas”, pero no fue su caso, pues “ese curita no llegó a cosas mayores”.
“Muchos de esos niños sufren generalmente un trauma que les dura toda la vida”, pero no en su caso “porque aquello fue apenas un momento”, aunque sí tuvo el efecto de apartale de la religión, subraya a este diario.
Entonces no lo contó “de la vergüenza que tenía”, ni a familia ni amigos, hasta que se decidió en sus memorias, cuando “ya había tomado una distancia”.
Vargas Llosa recalca que los abusos a menores son algo “terrible” que hay que castigar “de manera muy enérgica”, porque “abusar de los niños es algo absolutamente inaceptable y ante ello no se debe tener ningún tipo de contemplaciones. Proteger a los niños es la primera obligación de una sociedad”.
“La Iglesia debería tomar una actitud más enérgica”, ahora que “tiene conciencia, antes trataba más bien de ocultar estas cosas”, mientras que “ahora las asume y está muy avergonzada”, añade en la entrevista.
“De esos traumas hay que pedir responsabilidad a la Iglesia, que no tomó las precauciones necesarias, y por eso ahora se sienten incómodos”, prosigue, ya que ahora que esto se puede tratar abiertamente “hay que ser muy muy intolerantes con los abusos a niños porque pueden afectar gravemente a los chicos que son víctimas de los curas morbosos”.
“Es difícil para los chicos, lo era en mi época, tocar estos temas, los silenciaban sin saber que esto iba a tener consecuencias trágicas en sus vidas”, concluye.