Los cadáveres fueron encontrados entre el 26 de julio y el 1 de agosto en el río Setit, situado al este del municipio de Wad al Hulaywah del estado oriental sudanés de Kassala, según un comunicado de Exteriores.
El Ministerio de Exteriores convocó al embajador etíope Betal Amiro para informarle de que los cadáveres pertenecen a ciudadanos etíopes de la región de Tigray, cuyas identidades fueron reconocidas por nacionales etíopes residentes en Wad al Hulaywah.
Exteriores sudanés ha pedido al embajador etíope que transmita esta información al Gobierno de su país.
Sudán acoge al menos 75.000 etíopes refugiados que huyeron de la guerra entre el gobierno central y la región de Tigray que estalló el 4 de noviembre pasado cuando el primer ministro etíope, Abiy Ahmed, lanzó una ofensiva contra el Frente Popular de Liberación de Tigray (FPLT) FPLT -que gobernaba la región entonces- tras una escalada de tensión política y en represalia por un ataque a una base militar federal.
Tras un «alto el fuego unilateral humanitario» anunciado el pasado 28 de junio, el Ejército etíope se retiró de varias ciudades -incluida la capital tigriña, Mekele-, pero las fuerzas de Amhara, que anexionaron de facto el oeste de Tigray, siguieron sin moverse.
Desde el inicio de la contienda, miles de personas han muerto, cerca de dos millones se han visto desplazadas internamente en la región y al menos 75.000 etíopes han huido al vecino Sudán, según datos oficiales.
Ayer martes, el Programa Mundial de Alimentos (PMU) de la ONU alertó de que casi siete millones de personas afrontan una «crisis de hambre» en el norte de Etiopía por la guerra de Tigray, que se ha expandido a las regiones vecinas de Afar y Amhara, y reclamó más fondos para atajar el problema.
La ONU alertó a principios de julio pasado de que ya hay unas 400.000 personas en condiciones de hambruna en Tigray y 1,8 millones se encuentran al borde de ella, si bien ha admitido que la distribución de ayuda humanitaria es muy complicada.